Chicles, chocolates y cacahuates… o los rumores de algo que no existió

Resumen

En febrero de 1973 en la galería José María Velasco, ubicada en el barrio popular de Peralvillo de la Ciudad de México, se presentó la exposición Chicles, chocolates y cacahuates… Felipe Ehrenberg, obras y actitudes. El artista mexicano volvía temporalmente a su país después de una estancia de casi cuatro años en el Reino Unido. La muestra fue recibida con cierta extrañeza e incomprensión por parte de la crítica de arte, pues proponía nuevos modelos de producción artística, que fueron anunciados como arte conceptual, en un momento en el que el circuito oficial y privado estaban aún dominados por los medios tradicionales. A pesar de la recepción fallida, la exposición logró, desde un espacio institucional, generar un quiebre en los discursos oficiales del arte para insertar otras manifestaciones de carácter experimental. La galería de Peralvillo se perfiló así, como un espacio de posibilidades que puso en tensión a la institución con los márgenes, en el contexto de una política cultural que trataba de ser permisiva, en aras de una conciliación tras la ruptura producto de la represión al movimiento del 68, pero que al mismo tiempo era parte de un gobierno que continuaba con la violencia y persecución política. El artículo analiza las críticas elaboradas por Carla Stellweg, Raquel Tibol y Juan Acha, así como textos de Felipe Ehrenberg que fueron esenciales para la construcción del relato de una exposición que, en el presente, ha sido considerada como la entrada del arte conceptual a México.