La noche travesti como escenario poético

Resumen

El interés hacia la travesticidad y el travestismo^[1] sobre sus capacidades poéticas de habilitar nuevas lecturas sobre el orden de lo dado es relativamente escaso, incluso ciertos abordajes feministas tienden a obviar el lugar e importancia de lo travesti-trans en el proceso de (re)significación simbólica, favoreciendo así la continuación de la visión sobre las mismas como exotismos difíciles de comprender, como otredades aisladas de nuestra mismisidad. En base a ello, la presente reseña propone analizar la proliferación y disociación de imágenes en la obra Viejo, solo y puto de Sergio Boris, principalmente la de la nocturnidad, a partir de la presencia travesti de los personajes de Sandra y Julia. El abordaje se organizará a partir de dos ejes: la noche travesti como escenario creador de sentidos, y la fiesta y furia como estados de existencia.

^[1] En base a la perspectiva que aporta la activista trans Marlene Wayar, se entiende por travesticidad a una forma posible de nombrar a la identidad travesti de manera que denote la transitoriedad existencial que la caracteriza, más que fijarla o anclarla en un término que la limite y/o encasille. Al respecto, la militante y psicóloga social señala: “soy un gerundio: no sé qué soy, sí que estoy siendo travesti” (Wayar, 2018). En cambio, se puede entender al travestismo como un acto con principio y fin, momentáneo, e incluso performático, con diversas motivaciones, lo cual no quita su potencial revolucionario en el plano simbólico.